
mientras su hija padecerá de por vida la persecución sexual a que la tenía sometida , nada más y nada menos, que su propio padre que la engendró. Ese mandito maniatico debió ser condenado a la pena máxima de treinta años de cárcel y lanzarcelo a los otros presos advirtiéndoles del delito cometido de haber violado a una hija suya, para que lo mantuvieran aislado como un perro rabioso.
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